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miércoles, 25 de abril de 2007

Educaciòn Intercultural en Ayotzinapan

por Fernando Hernàndez Flores



“Ustedes se adelantaron a nuestra propuesta e, incluso, nos
enseñan el camino…” (Sylvia Schmelkes del Valle)

El ensayo que aquí presentó, es resultado de una experiencia y una reseña del libro intercultural que surgió en la comunidad de Ayotzinapan. Este pueblo tiene habitantes que son hablantes del náhuatl y están ubicados en la Sierra de Cuetzalan, Puebla. En una parte se plasman las andanzas de su servidor por este pueblo mágico.
Quizás con errores y aciertos, pero con el propósito de hacer llegar al lector esta experiencia y esperando que posiblemente sirva de inspiración para que la educación intercultural sea practicada por los maestros que conviven con niños y niñas que hablan alguna lengua indígena y no indígena, entonces podré estar satisfecho que este breve trabajo intercultural tuvo un buen principio. Ayotzinapan se esta atendiendo de una manera acorde a los educandos y a la comunidad náhuatl, la educación intercultural es una realidad aquí.
Una experiencia en Ayotzinapan
En un amanecer hermoso, rodeados de la exuberante vegetación y las majestuosas montañas de Cuetzalan, Puebla, màs conocido como el pueblo mágico de costumbres, cultura y tradiciones; siendo lunes, primer día de labores, varios docentes de Chiapas, Yucatán, Puebla, San Luís Potosí, Hidalgo, Oaxaca, Distrito Federal y Veracruz emprendían un recorrido rumbo a la comunidad de Ayotzinapan, lugar que colinda con San Miguel Tzinacapan. Una semana antes, la coordinadora general de Educación Intercultural y Bilingüe, Sylvia Schmelkes, había visitado estos dos lugares y lo que le impresiono fue ver la forma de educación que se brinda en la Escuela Primaria Rural “Rafael Ramírez”; por lo que decidió que los enlaces y facilitadores del Programa de Educación Intercultural para Primarias Generales que atienden a Población Indígena (Peipgi) en la Republica Mexicana visitaran también este bellísima escuela.
Fueron dos camionetas las que se utilizaron para trasladara los maestros del Centro de Capacitación “Tosepan Titataniske” –que significa Unidos Venceremos- a Ayotzinapan. El horario de llegada fue aproximadamente a las nueve de la mañana. De entre los cafetales, los pimientos y árboles de zapote, entre veredas, monte y terracería, se veía surgir a señoras, señores, niñas y niños vestidos con trajes muy diferentes a los que se usan en las ciudades. Las mujeres eran las mamás de los pequeñuelos que los acompañaban a sus escuelas, que eran la Primaria y el Jardín de Niños que esta a un costado de la primera. Tan pronto iban llegando los niños a su escuelita, se iban concentrando poco a poco en sus respectivas aulas educativas. Para los infantes –hablantes del náhuatl- era un día de fiesta, alegría y entusiasmo, porque venía gente de varios estados a visitarlos y aún guardaban en sus corazoncitos los recuerdos de la maestra Sylvia.
Un cúmulo de pequeños de entre seis y doce años junto con sus maestras, maestros, y el director se acercaron para recibir a los visitantes. Hermosas flores en forma de collares hicieron que los recién llegados posaran en cada uno de los cuellos. El director y la maestra de Sexto Grado les dijeron que las puertas de la escuela estaban abiertas en esos momentos. Se dispuso a hacer unos breves honores al Lábaro Patrio como todo buen mexicano, y el resonar del Himno Nacional en las mismas notas, pero en náhuatl, cosa muy distinta a como lo escuchamos comúnmente en los festivales o fiestas cívicas. Ahí vino a mi memoria que si jamás hubiéramos sido conquistados, todos cantaríamos en esa lengua tan preciosa o en otra como el totonaco, otomí o mazahua.
Posteriormente, los maestros visitantes fueron pasando a los salones, ya que los niños estaban recibiendo sus clases y querían tomar y saber cómo era el proceso de enseñanza-aprendizaje que se daba en esa institución educativa.
Con Primer Grado se inició. El maestro de grupo se puso un poco nervioso al verse rodeado de gente para el extraña, pero en fin procedió y continuo su clase de manera normal enseñándoles a los niños que en su mayoría hablan solamente el náhuatl y solo dos de los pequeños por información del maestros son hablantes del español. El maestro se dirigía a ellos en la lengua materna y en ese momento los estaba introduciendo en el uso de la “X” como la palabra “Xantolo” –que significa Todo Santos-. Después se procedió a ver el trabajo de los màs grandecitos que eran los de Segundo Grado. Aquí se pudo notar que los niños apenas comenzaban a dominar el náhuatl y el español, tanto hablado como escrito. La clase que se les estaba impartiendo los conducía al reconocimiento de los sinónimos y antónimos. Se pasó a otro grupo y ahí se observó que el maestro dedicaba un día a las artes manuales; donde las niñas y los niños se ponían a fabricar pulseritas, collares, servilleteros, entre màs detallitos artesanales. El tiempo pasaba rápidamente, por lo que se culminó el recorrido áulico con el grupo de Sexto Grado. ¡Qué gran impacto se llevaron todos los visitantes con ese grupo, cuando los mismos alumnos exponían sus ideas de una manera tan espontánea y de ellos brotaban palabras de amor a la naturaleza, a su cultura y a su lengua! Los pequeños se expresaban tan claramente en las dos lenguas y de una manera tan profunda, que parecieran ya jóvenes universitarios, porque en sus escritos –nacidos de sus mentes y corazones- se veía un excelente dominio en el uso de la palabra hecha por sus lápices en sus hojas de los cuadernos de rayas que traían consigo. Representaron una obra de teatro en náhuatl y el maestro Francisco Sánchez la hizo de traductor al español. También elaboraron un globo de papel china, con alambre y otras cositas más. Por cierto, estos globos los hacen en las fiestas de Todos Santos como regalo para los niños ya muertos.
Después de todo eso, los niños comenzaron a correr a un aula màs amplia. Esa aula es el lugar donde se les da a diario sus respectivos alimentos. Nos enteramos que los maestros se turnan por semana a quien le toca traer la mercancía que se necesite en el transcurso de la misma, siendo el mismo maestro a quien le corresponde preparar los alimentos junto con unas madres de familia. Por lo regular algunas escuelas empiezan las clases a las nueve de la mañana. En esta escuela los maestros llegan a las ocho de la mañana porque siempre tienen màs cosas que hacer. Antes de terminar la jornada se les dio de comer a los visitantes y para finalizar les dieron la despedida. Los niños de Sexto que habían elaborado el globo lo soltaron y éste partió, así como también partieron los maestros visitantes, pero llevaban en sus corazones un buen recuerdo de ese pueblo y su gente.

Reseña del libro de Ayotzinapan
En diciembre del 2005, la Coordinación General de Educación Intercultural y Bilingüe de la Secretaria de Educación Pública editó el libro “Innovación Educativa Intercultural Bilingüe en la Sierra Norte de Puebla”, el cual habla sobre las vivencias interculturales de los maestros de Ayotzinapan con sus alumnos hablantes del náhuatl. Francisco Lara Torres, Director de Diseño y Apoyo a las Innovaciones Educativas menciona, “este libro da cuenta de tal innovación a través de las voces de sus principales protagonistas, que recrean sus aciertos, los momentos más importantes e, incluso, los posibles errores cometidos en el desarrollo del proyecto…” (Pág. 10)
Ayotzinapan es una comunidad de Cuetzalan, ahí se habla la hermosa lengua náhuatl. Los maestros que laboran la Primaria Rural “Rafael Ramírez” son Beatriz Acebedo Calderón, Leticia Payno Núñez, Eustolio Vázquez Andòn, Maria Félix Juárez Rosas, Gilberto Payno Núñez, Ángeles González Reyes, Faustino Gómez Pérez y el asesor del Programa de Educación Intercultural Bilingüe en Puebla, Francisco Sánchez Conde.
Hace varios años los maestros que llegaron a dar clases a esta primaria, veían en la lengua indígena un obstáculo y “una limitante para el proceso de enseñanza/aprendizaje, para la comprensión de la lectura y para el cumplimiento de los programas” (Pág. 21). Los profesores a veces cumplían con el horario de clases y muchas veces se ausentaban, otros maestros tan pronto estaban en Ayotzinapan pedían su cambio a otra escuela. Los docentes enseñaban a los niños solo en español y no se detenían a pensar, si los niños tenían una buena alimentación, si estaban bien de salud o cuales eran las causas por que no aprendían en la escuela.
“Tal vez no nos dimos cuenta del momento preciso en que el niño indígena, con su silencio, su sencillez, su sinceridad, fue abriendo una brecha en nuestro corazón, fue haciéndonos ver que estaba ahí presente con su anhelo de compartir con nosotros su forma de ver la vida, el mundo, así como de entender nuestro mundo, nuestra vida y de construir algo nuevo juntos” (Pág. 23). Pasaron años de búsqueda, hasta que entre las pláticas que se intercambiaban como maestros surgió la inquietud de brindar alimentación a los pequeños, así nació el Programa de Nutrición. Con ropa que les regalaron a los maestros de parte de la Asociación Civil Prade, unas las repartieron entre los niños y otras las vendieron en la comunidad a precios muy bajos y es así que se hicieron de unos pesos, los cuales fueron utilizados para poner en marcha el desayuno escolar. Pero con esto alcanzaba para alimentar a diez niños de cada salón, que eran los más desnutriditos. Se hacia la comida en casa de una madre de familia y un maestro por semana le correspondía desde elaborar, comprar mercancía hasta servirle a los pequeñines. “Es difícil narrar todo lo que padecimos por estar imposibilitados de ofrecerles comida a todos los niños; pero también experimentamos la inmensa alegría de ver caritas sonrientes, de escuchar a los niños decir. ” (Pág. 29).
En la Rafael Ramírez se pusieron en marcha los siguientes proyectos: a) Programa de nutrición y salud; b) Programa de lectoescritura en la lengua materna; c) Proyecto de desarrollo cultural; d) Programa de formación de derechos humanos; y e) Atención a familias vulnerables.
Los maestros de Ayotzinapan no sabían nada acerca de las leyes que defendían los derechos humanos, las lenguas, culturas indígenas y los derechos de los niños. Cuando se enteraron, confirmaron más su misión de darles mucho amor a los niños. En esta comunidad hay mucha comunicación y todos se solidarizan para trabajar. La gente de este pueblo es pobre pero inmensamente rica en sus valores esencialmente humanos.
Los resultados son: el programa de nutrición beneficia a los doscientos niños de la escuela y es de manera gratuita; en el transcurso de los seis años la comprensión lectora es casi perfecta, los textos que escriben los niños son de tanta profundidad y “expresan una filosofía que podría morir si no se le da la oportunidad de renacer” (Pág. 41); se rescatan las danzas y el Himno Nacional se canta en náhuatl, se promueve el taller de artesanías, hilados y bordados; a las familias que viven en condiciones infrahumanos se les proporcionan apoyos alimenticios y de salud.
“En noviembre de 2002 tuvimos la dicha de filmar con nuestros niños –ellos como productores y actores-la película El Globo, dirigida por Jorge Basaldùa, cuya trama aborda la equidad de género y muestra uno de los juguetes indígenas más significativos: el globo de Cantilla” (Pág. 49), lo cual fue un gran logro. “Jamás nos hemos planteado un plazo, simplemente caminaremos en busca de algo que se llama humanidad, como el hombre que caminaba con el propósito de alcanzar el horizonte y, al final, cansado ya, descubrió que nunca lo alcanzaría y que el horizonte esta para eso, para caminar. Pero de algo estamos seguros: si alguna vez el proyecto se acabara, la vida de quienes participamos en él y lo hicimos posible volverá a ser igual” (Pág. 63)
La Coordinadora General de la CGEIyB-SEP, Sylvia Schmelkes del Valle afirma en el libro, “Ustedes se adelantaron a nuestra propuesta e, incluso nos enseñan el camino cuando no solo dicen: , sino que en los hechos nos muestran cómo se hacen las cosas” (Pág. 14).
Al libro, no podía faltar el toque de un fotógrafo especialista en la materia indígena como lo es Heriberto Rodríguez. Las imágenes en compañía con su escritura nos traslada inmediatamente a Ayotzinapan y su preciosa niñez.
Algo que los caracteriza, es el bello traje de las niñas bordado y con sus variantes collares. En cambio los niños se vestían con sus pantalones y camisas de manta y sus huaraches. Los maestros de Ayotzinapan conviven demasiado con la gente de este pueblo y los niños los quieren mucho. Esta escuela ha ganado reconocimientos a nivel nacional y ha sido visitada por varios investigadores de otros países.
Es necesario que en las escuelas se les facilite a los niños el amor hacia las palabras. Que mejor que partir de su realidad y contexto de vida. Que no llegue a pasar que la palabra era suya y se la arrancaron. Ayudemos a sembrar la palabra en la niñez hablante de lenguas indígenas y no indígenas, para que ellos mismos cultiven el amor a todo lo que van aprendiendo en esos diálogos interculturales que sostienen permanentemente en su convivir con los otros.



Referencias Bibliográficas:
CGEIB-SEP, Innovación Educativa Intercultural en la Sierra Norte de Puebla,
México, 2005
Hernández Flores, Fernando. “Los niños de Ayotzinapan” en Diario de Xalapa.
(7 de marzo del 2005)Columna Editorial. México. Pág. 4.
Hernández Flores, Fernando. “Innovación Educativa en Ayotzinapan” en Diario de Xalapa.
(18 de abril del 2006)Columna Editorial Tepetototl. México. Pág. 5.

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